martes, 4 de octubre de 2016

Para la primera jornada de clases en el Doctorado








Estimados participantes, ¡Bienvenidos! Me complace comenzar con ustedes una nueva etapa de formación y enriquecimiento personal. Ustedes siguen siendo un grupo compacto, inteligente, humano y sobre todas las cosas, humilde y siempre cargados de afectos y buenas intenciones para los compromisos que tocará emprender.

En los últimos tiempos, desde que trabajé con ustedes en el 2014, he dictado varios Seminarios doctorales en diversas casas de estudio, en todas he contado con equipos cargados de expectativas y buenas nuevas. Ustedes no serán la excepción; visualizo alcances significativos en una asignatura que es vital para construir, con voces de percepción disciplinar e intervención directa en la realidad, un nuevo conocimiento que deduzca visión crítica y comprensiva en la búsqueda de nuevos escenarios de investigación y transdisciplinariedad.

Quisiera, sin necesidad de mostrarles a ustedes una conducta impositiva y dominante, contar con la madurez del compromiso, de asumir que la nueva tarea es buscar desde la fortaleza de nuestro conocimiento disciplinar, todo aquello que nos vincula con nuestro discurso doctoral, siempre desde una lógica de la investigación y desde un principio básico, cualitativo o cuantitativo, de que el todo investigado parte de lo perceptual, va hacia lo aprehensivo, responde a través de lo comprensivo y se auto-revisa en lo integrativo. Que ustedes van a construir una teoría para que, desde ella, en sus segmentaciones y fragmentos operativos, sirva para generar proyectos que se traduzcan en propuestas reales que solucionen conflictos o diferencias que se dan en la esencia de las relaciones en sociedad.

Por otra parte, si en nuestros encuentros pasados hubo alguna fricción, algún mal entendido, algún resentimiento ínfimo que causa lo inevitable de ser heterogéneos y humanos, pido mis sinceras disculpas; en las "brazas" del proceso por hacer de ustedes hombres y mujeres comprometidos con la investigación, se dan situaciones que luego se lamentan y termina, sino hay un diálogo sincero, creando enemistades que nunca tuvieron que existir ni deberían seguir existiendo.

En lo más profundo de mi condición humana, les manifiesto respeto, admiración y amor del bueno; constituyen el ingrediente fundamental para sentir la riqueza y la grandeza de la vida; ustedes proyectan el futuro, la esperanza y todo aquello que se convierte en imagen sideral de la grandeza y consistencia humana.

La tarea que, desde ya, les asigno, es vincular, cada uno de ustedes, su profesión, sus conocimientos de entrada, con eso que han denominado momentos de la investigación y que no es otra cosa que la Tesis Doctoral en pequeñas dosis de reflexión y auto producción del pensamiento. 

Les dejo la Presentación de mi nuevo libro "Hermeneusis Transdisciplinaria", que se publicará a finales de año, como una guía de inicio para comenzar con explorar la consciencia investigativa que trataremos en nuestra relación con esa realidad objeto de estudio:

Presentación

            Este texto está construido desde la experiencia académica de las aulas de clases; no es un trabajo de apuntes o natas de conferencias; es una reflexión en voz alta del tema de la transdisciplinariedad desde el enfoque de la globalización, destacando de ella sus bondades y sus debilidades, en un mundo planetario cada vez más complejo y volátil.
            Esta complejidad hace necesario ir construyendo una especie de vocabulario-técnico de la transdisciplinariedad que ayude a entender el tema y permita profundizarlo desde las diversas corrientes disciplinares de indagación científica.
Un término muy usado en el contexto transdisciplinar es “auto-eco-organización”, el cual se define como un fenómeno característico de los seres vivos, también presente en la materia inorgánica, en el cual un organismo se produce o se organiza a sí mismo, en respuesta a las perturbaciones aleatorias del medio, dando paso a un mayor nivel de complejidad en su organización, a la vez que especifica sus propios límites como sistema en relación con ese medio.
La auto-eco-organización, a todas estas, retoma el sentido de auto-organización y hace énfasis en la interacción de co-dependencia del organismo con el entorno, lo que alude a otro término, el de recursividad.
Por la naturaleza de los temas sociales que aborda la transdisciplinariedad, ésta se da en ambientes complejos, entendiendo por estos un tejido entre todos los elementos presentes en una realidad determinada; parte de una tensión permanente entre la aspiración a un saber no parcelado, no dividido, no reduccionista, y el reconocimiento de lo inacabado e incompleto de todo conocimiento.
El filósofo francés Edgar Morín le da un sentido de “unidad de lo múltiple”; ya que se abordan los problemas desde posturas que rompen cualquier formato racional u objetivo, entiéndase revolucionarias, creando un pensamiento que busca asociar lo desunido y concebir la “…multidimensionalidad de toda realidad antroposocial” (Morin, 2005).
En otro aspecto está la visión cosmopolita dela persona, o sujetos inmersos en esa sociedad compleja; ser cosmopolita es ser “ciudadano (a)” del mundo, estar, como lo expresa Morin, en la era planetaria; ser parte de la tierra como persona con valores y espíritu, con creencias y postura ante la vida, ante la consciencia de la no existencia (muerte). Ser cosmopolita implica rechazar la visión determinista y reduccionista del cientificionismo, de individuo abstracto y sin raíces; valga recordar al mexicano Octavio Paz, en su obra “El laberinto de la soledad” (1950), en donde resalta esa confrontación con el orden establecido y el surgimiento de un nuevo orden que se inicia con el “…descubrimiento de nosotros…; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable, transparente muralla: la de nuestra conciencia. Es cierto que apenas nacemos nos sentimos solos; pero niños y adultos pueden trascender su soledad y olvidarse de sí mismos a través de juego o trabajo. En cambio, el adolescente, vacilante entre la infancia y la juventud, queda suspenso un instante ante la infinita riqueza del mundo. El adolescente se asombra de ser. Y al pasmo sucede la reflexión: inclinado sobre el río de su conciencia se pregunta si ese rostro que aflora lentamente del fondo, deformado por el agua, es el suyo. La singularidad de ser -pura sensación en el niño- se transforma en problema y pregunta, en conciencia interrogante” (p.143).
En este sentido, la complejidad se articula desde cuatro ejes temáticos: ciencia, técnica, industria y economía. Se le conoce como cuatrimotor, donde la tierra es propulsada por el vínculo de estas áreas y del conocimiento que en ellas se va generando a través del tiempo. Desde acá se da la conexión que designa las fuerzas propulsoras de todo cuanto se da en el planeta, influyendo esto en otro término propio de la transdisciplinariedad, la cultura. Ésta es un conjunto de saberes, saber-hacer, reglas, estrategias, hábitos, costumbres, normas, prohibiciones, creencias, ritos, valores, mitos, ideas, adquiridos, que se perpetúa de generación en generación, se reproduce en cada individuo y mantiene, por generación y re-generación, la complejidad individual y la complejidad social. En acepción de antropólogo francés Claude Lévi-Strauss (1908-2009), define la cultura como todo “…fragmento de humanidad o conjunto etnográfico que desde el punto de vista de la investigación presenta por relaciones a otros conjuntos de variaciones significativas. De hecho, el término cultura se emplea para reagrupar un conjunto de variaciones significativas cuyos límites según prueba la experiencia coinciden aproximadamente. El que esta coincidencia no sea nunca absoluta ni se produzca jamás en todos los niveles al mismo tiempo no debe impedirnos el empleo de la noción de cultura que es fundamental en antropología y posee el mismo valor heurístico que el concepto de aislado en demografía que introduce la noción de discontinuidad” (2006, p.33).
En ese plano cultural, se da lo disciplinar; las disciplinas son estructuras de conocimiento científico, organizados, de manera sistemática, para ser enseñados y estudiado en fragmentos específicos de la realidad, constituyen el dominio material u objeto de la disciplina y buscando continuar con conocimientos nuevos, los cuales desplazan los ya existentes, cuando éstos ya no están vinculados con la realidad.
Aunado a esta visión de disciplina, surge la delimitación conceptual de disciplinariedad, la cual, según Tamayo (2012), es la división de la ciencia en ciencias o su configuración en saberes científicos especializados, en materias determinadas o cuerpos formales de estudio y explicación de fenómenos particulares de la realidad, constituye la disciplinariedad.
En el marco del pensamiento científico, la disciplinariedad científica se comporta como fenómeno desde donde se origina y sustenta en el paradigma epistémico del positivismo clásico de la ciencia, aunque ello no le aparta del paradigma fenomenológico, en cuanto a que coincide con el manejo modular del conocimiento según especialidades. El positivismo, surgido desde el Renacimiento, implicó la pérdida de la unidad del saber, la unidad de la ciencia y, por ende, la de los contenidos de la educación y dio lugar a la aparición de un conocimiento fragmentado, una ciencia atomizada y una educación disciplinaria.
Otro término propio de la transdisciplinariedad es “desorden”, el cual comprende las agitaciones, las dispersiones, las turbulencias, las colisiones, las irregularidades, las inestabilidades, los accidentes, los alea, los ruidos, los errores en todos los dominios de la naturaleza y la sociedad. En acepción de Gaston Pineau, (2009), en ese desorden se da la “ecoformación”, la cual revisa las relaciones del ser humano con el medioambiente y analizar cómo esta relación ecológica nos forma; la acción educativa ecologizada, esto es, enraizada en la dinámica relacional entre el ser humano, la sociedad y la naturaleza de manera que resulte sustentable en el espacio y el tiempo.
Una percepción que se adhiere e identifica la transdisciplinariedad, es la ecología de la acción, la cual no es más que las múltiples interacciones y retroacciones en el medio donde se desarrolla, la acción, una vez desencadenada, escapa al control del actor social, provocando efectos inesperados y en ocasiones incluso contrarios a los que esperaba. En este aspecto, esgrime Pineau (ob.cit.), la ecología de la acción parte de una acción que depende de las interacciones de los actores sociales y de las condiciones propias del medio en el que se desarrolla; y otra acción cuyos efectos son impredictibles, entrando en el marco de la emergencia, la cual, a consideración del punto de vista transdisciplinar, corresponde a las propiedades o cualidades surgidas de la organización de elementos o constituyentes diversos asociados en un todo.
A todas estas, la transdisciplinariedad puso en boga del lenguaje científico el término globalización. Éste había sido utilizado para describir la mundialización, desde las dimensiones económica y tecnológica, lo cual había sido un error, porque si la idea de globalización va más allá, es dinámica multidimensional, donde lo ecológico, cultural, económico, político y social, interactúa en mutua dependencia, aunque como aclara Morin (ob.cit.), no deja de estar adherida a una visión unidimensional y reductiva del devenir humano en el planeta.
En este sentido, en la transdisciplinariedad se van dando momentos de incertidumbre, de no control sobre los hechos y los fenómenos en estudio; parte, la incertidumbre de los principios de estrategia que permiten afrontar los riesgos, lo inesperado, lo incierto, y modificar su desarrollo en virtud de las informaciones adquiridas en el trayecto de la existencia humana. Morin(ob.cit.), recalca que “…necesario aprender a navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certeza” (p.56).
En la transdisciplinariedad, destaca Pineau (ob.cit.), se dan acciones de cooperación entre varias disciplinas o sectores heterogéneos de una misma ciencia que llevan a interacciones reales. Esas interacciones, antes de tomar forma en el afluente de disciplinas que en su visión multiple caracterizan lo transdisciplinario, necesita de la interdisciplinariedad, ya que ésta yuxtapone resultados y combina métodos que implican la identificación de nuevos objetos de investigación. La interdisciplinariedad da lugar a nuevas áreas del conocimiento, definiendo sus objetos de estudio y sus métodos, en nuevas disciplinas, tal como lo recalca D´Ambrosio (2013), en cuanto a que la lógica aristotélica, que es dual, tiene validez en situaciones simples, aunque en situaciones complejas, se hace necesario que recurra a la lógica del tercero-incluido, que permita distinguir los elementos sin separarlos y religarlos sin confundirlos.
En cuanto a la realidad, desde el enfoque de la transdisciplinaria, plantea una realidad plural, cuya naturaleza de conocimiento corresponde a diferentes ámbitos de la percepción; en la perspectiva transdisciplinaria el sujeto es un sujeto múltiple, el objeto es un objeto múltiple. Y en esa perspectiva está el término “noosfera”, el cual fuera introducido por el francés Teilhard de Chardin, cita D´Ambrosio (ob.cit.), designa el mundo de las ideas, los espíritus, los dioses, entidades producidas y alimentadas por las mentes humanas en el seno de su cultura. Estas entidades, dioses o ideas, dotadas de autonomía dependiente, adquieren vida propia y un poder dominador sobre los humanos.
En concreto, la transdisciplinariedad confronta el desorden, pero se erige, organiza y presente, en el marco del orden, que quiere decir reagrupar las regularidades, estabilidades, constancias, repeticiones, invarianzas, entre otras; subrayando que el orden no tiene que ver con lo universal ni lo absoluto, puesto que el universo se comporta dentro de las condiciones del desorden y que la dialógica del orden y el desorden produce estabilidad y organización en el medio que rodea la cosmovisión del mundo.
Otro término propio de la transdisciplinariedad es “planetarización” o “planetarización”, adjudicado a Morin (ob.cit.), es un término que expresa la inserción simbiótica, pero al mismo tiempo extraña, de la humanidad en el planeta; dado que la Tierra no es solamente un terreno donde se despliega la generalización de las relaciones humanas, sino una totalidad compleja-física-biológica-antropológica; comprender la vida es interactuar lo humano con la naturaleza, concibiendo lo planetario como la suma de elementos disjuntos (el planeta físico, la biosfera, la humanidad), y la relación entre la Tierra y la humanidad, concebida  como una entidad planetaria y biosférica.
A la par de la interdisciplinariedad, la cual crea condiciones lineales para abordar la transdisciplinariedad, está la pluridisciplinariedad, la cual, a juicio de Tamayo (ob.cit.), consiste en el estudio del objeto de una sola y misma disciplina por medio de varias disciplinas a la vez; “…el conocimiento dentro de su propia disciplina se profundiza con la aportación pluridisciplinaria fecunda” (p.34). En concreto, se da un conjunto de disciplinas que abordan diversos aspectos o ámbitos de la realidad, sin que las disciplinas que contribuyen sean cambiadas o enriquecidas. De modo que la relación pluridisciplinar no ofrece posibilidades de relación en sentido estricto, solamente permite la convergencia entre las ciencias afectadas.
En la transdisciplinariedad se da el principio autonomía/dependencia, siendo la autonomía la conjugación de múltiples dependencias; comprendiendo el proceso auto-eco-organizacional, estando en conexión directa con el ecosistema social, el cual se alimenta y transforma, desde los procesos biológicos que necesitan energía e información del medio ambiente.
Otro elemento importante en la comprensión transdisciplinar es la dialógica, la cual se ha de entender tal cual la presenta Morin (ob.cit.), como la unidad compleja entre dos lógicas, entidades o instancias complementarias, concurrentes y antagonistas que se alimentan la una a la otra, se complementan, pero también se oponen y combaten.
La dialógica se da en el marco del principio hologramático, entendiendo por holograma, una imagen en la que cada punto contiene la casi totalidad de la información sobre el objeto representado, presenta el principio hologramático como parte del todo, estando inscrito en cierta forma en la parte. En concordancia con otro principio, el de reintroducción del sujeto en todo conocimiento, el cual permite reencontrar el rol activo del sujeto, del observador, que había sido excluido por un objetivismo epistemológico ciego. Tal cual lo describe Morin (ob.cit.), la “conciencia, cada vez más fuerte, del sujeto humano de estar implicado en el conocimiento que produce” (p.45).
A los principios descritos se suman el de causa efecto, como noción que supera la concepción lineal de la causalidad lineal; Morin (ob.cit.), describe el principio de retroactividad que rompe el principio reductor de causalidad lineal con el concepto de bucle retroactivo, dando a conocer los procesos auto-reguladores que coadyuvan con los principios sistémicos donde el conocimiento es dinámico en los diferentes procesos bajo los cuales se confronta la incertidumbre, formulando lo que afirma el físico W. Heisenberg (citado por D´Ambrosio, ob.cit.), que no es posible determinar exacta y simultáneamente la posición y el impulso de las partículas elementales. La incertidumbre promueve la confrontación entre racionalidad-racionalización, donde lo racional de la mente va desde la argumentación coherente, que asocian la deducción y la inducción, la prudencia y la habilidad, la búsqueda de un acuerdo entre sus sistemas de ideas o teorías y los hechos, datos empíricos y resultados experimentales; proyectándose hacia la actividad crítica que se ejerce sobre las creencias, opiniones e ideas.
Uno de los obstáculos que confronta la transdisciplinariedad es el reduccionismo, el cual se muestra como antítesis de lo complejo, se identifica con pensar, actuar o educar, teniendo como punto de referencia y marco de orientación, los principios que privilegian el fragmento del conocimiento ante la totalidad de la idea.
En cuanto a la visión orgánica de la transdisciplinariedad, no hay que obviar tres términos que hacen posible el acto de pensar lo complejo: cerebro, cultura (que ya se definió anteriormente) y mente. La mente emerge, retroactúa sobre el funcionamiento cerebral y sobre la cultura; desde estos elementos se da la trinidad humana, conformada por los términos individuos-especie-sociedad y cuya relación es complementaria y antagonista. La trinidad mental relaciona, hace inseparable, complementa y antagoniza, lo afectivo y lo racional, propiciando la simbología del cerebro triúnico, propuesto por de Paul MacLean, caracterizado por: el paleocéfalo, herencia del cerebro reptileano, fuente de la agresividad; el mesocéfalo, que designa la herencia del cerebro de los antiguos mamíferos, fuente de la efectividad, la memoria a largo plazo; y el córtex con el neocórtex, fuente de las aptitudes analíticas, lógicas y estratégicas.
En una palabra, el acercamiento al pensamiento transdisciplinar es un desafío ante dos situaciones puntuales: una, teorizar el camino de cómo se llega a la transdisciplinariedad desde la disciplinariedad; y construir un marco metódico desde donde propiciar investigaciones de carácter transdisciplinario, desde una metodología que contemple el tecnicismo y la razón de ser, relativa a la transferencia de información, conocimientos o técnicas desde las fronteras o campos disciplinarios de conocimiento.
En concreto, se busca, citando a Ciurana y Lobo (2015), visualizar la transdisciplinariedad como una “…construcción intelectual, un nivel complejo de comprensión. La perspectiva transdisciplinaria nos puede ayudar a organizar y hacer emerger nuevos campos abiertos de saber. Nos puede permitir hacer una nueva hermenéutica sobre los viejos “objetos” y nos llevará siempre a nuevas preguntas. La práctica de la transdisciplinariedad es búsqueda de interrogación. La puesta en práctica de la transdisciplinariedad, a nivel institucional, obliga a reorganizar la institución educativa y lleva a que los espacios de poder departamentales se debiliten y desorganicen para impulsarlos hacia la innovación de estrategias organizacionales más pertinentes. La transdisciplinariedad es una práctica democratizadora del conocimiento dentro de la institución que puede rehacer la topografía de nuestra cultura, ayudarnos a construir con más pertinencia la topografía cognitiva y cultural en la que vivimos. Se trata de una ayuda necesaria cuando constatamos de forma permanente cómo el pensamiento único y fragmentador se paga muy caro en la práctica…” (Pp.72-73).

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