Estimados participantes, ¡Bienvenidos! Me complace comenzar con ustedes una nueva etapa de formación y enriquecimiento personal. Ustedes siguen siendo un grupo compacto, inteligente, humano y sobre todas las cosas, humilde y siempre cargados de afectos y buenas intenciones para los compromisos que tocará emprender.
En los últimos tiempos, desde que trabajé con ustedes en el 2014, he dictado varios Seminarios doctorales en diversas casas de estudio, en todas he contado con equipos cargados de expectativas y buenas nuevas. Ustedes no serán la excepción; visualizo alcances significativos en una asignatura que es vital para construir, con voces de percepción disciplinar e intervención directa en la realidad, un nuevo conocimiento que deduzca visión crítica y comprensiva en la búsqueda de nuevos escenarios de investigación y transdisciplinariedad.
Quisiera, sin necesidad de mostrarles a ustedes una conducta impositiva y dominante, contar con la madurez del compromiso, de asumir que la nueva tarea es buscar desde la fortaleza de nuestro conocimiento disciplinar, todo aquello que nos vincula con nuestro discurso doctoral, siempre desde una lógica de la investigación y desde un principio básico, cualitativo o cuantitativo, de que el todo investigado parte de lo perceptual, va hacia lo aprehensivo, responde a través de lo comprensivo y se auto-revisa en lo integrativo. Que ustedes van a construir una teoría para que, desde ella, en sus segmentaciones y fragmentos operativos, sirva para generar proyectos que se traduzcan en propuestas reales que solucionen conflictos o diferencias que se dan en la esencia de las relaciones en sociedad.
Por otra parte, si en nuestros encuentros pasados hubo alguna fricción, algún mal entendido, algún resentimiento ínfimo que causa lo inevitable de ser heterogéneos y humanos, pido mis sinceras disculpas; en las "brazas" del proceso por hacer de ustedes hombres y mujeres comprometidos con la investigación, se dan situaciones que luego se lamentan y termina, sino hay un diálogo sincero, creando enemistades que nunca tuvieron que existir ni deberían seguir existiendo.
En lo más profundo de mi condición humana, les manifiesto respeto, admiración y amor del bueno; constituyen el ingrediente fundamental para sentir la riqueza y la grandeza de la vida; ustedes proyectan el futuro, la esperanza y todo aquello que se convierte en imagen sideral de la grandeza y consistencia humana.
La tarea que, desde ya, les asigno, es vincular, cada uno de ustedes, su profesión, sus conocimientos de entrada, con eso que han denominado momentos de la investigación y que no es otra cosa que la Tesis Doctoral en pequeñas dosis de reflexión y auto producción del pensamiento.
Les dejo la Presentación de mi nuevo libro "Hermeneusis Transdisciplinaria", que se publicará a finales de año, como una guía de inicio para comenzar con explorar la consciencia investigativa que trataremos en nuestra relación con esa realidad objeto de estudio:
Presentación
Este
texto está construido desde la experiencia académica de las aulas de clases; no
es un trabajo de apuntes o natas de conferencias; es una reflexión en voz alta
del tema de la transdisciplinariedad desde el enfoque de la globalización, destacando
de ella sus bondades y sus debilidades, en un mundo planetario cada vez más
complejo y volátil.
Esta
complejidad hace necesario ir construyendo una especie de vocabulario-técnico
de la transdisciplinariedad que ayude a entender el tema y permita profundizarlo
desde las diversas corrientes disciplinares de indagación científica.
Un término muy usado en
el contexto transdisciplinar es “auto-eco-organización”, el cual se define como
un fenómeno característico de los seres vivos, también presente en la materia
inorgánica, en el cual un organismo se produce o se organiza a sí mismo, en
respuesta a las perturbaciones aleatorias del medio, dando paso a un mayor
nivel de complejidad en su organización, a la vez que especifica sus propios
límites como sistema en relación con ese medio.
La auto-eco-organización,
a todas estas, retoma el sentido de auto-organización y hace énfasis en la
interacción de co-dependencia del organismo con el entorno, lo que alude a otro
término, el de recursividad.
Por la naturaleza de
los temas sociales que aborda la transdisciplinariedad, ésta se da en ambientes
complejos, entendiendo por estos un tejido entre todos los elementos presentes en
una realidad determinada; parte de una tensión permanente entre la aspiración a
un saber no parcelado, no dividido, no reduccionista, y el reconocimiento de lo
inacabado e incompleto de todo conocimiento.
El filósofo francés
Edgar Morín le da un sentido de “unidad de lo múltiple”; ya que se abordan los
problemas desde posturas que rompen cualquier formato racional u objetivo,
entiéndase revolucionarias, creando un pensamiento que busca asociar lo
desunido y concebir la “…multidimensionalidad de toda realidad antroposocial”
(Morin, 2005).
En otro aspecto está la
visión cosmopolita dela persona, o sujetos inmersos en esa sociedad compleja;
ser cosmopolita es ser “ciudadano (a)” del mundo, estar, como lo expresa Morin,
en la era planetaria; ser parte de la tierra como persona con valores y
espíritu, con creencias y postura ante la vida, ante la consciencia de la no existencia
(muerte). Ser cosmopolita implica rechazar la visión determinista y
reduccionista del cientificionismo, de individuo abstracto y sin raíces; valga
recordar al mexicano Octavio Paz, en su obra “El laberinto de la soledad”
(1950), en donde resalta esa confrontación con el orden establecido y el surgimiento
de un nuevo orden que se inicia con el “…descubrimiento de nosotros…; entre el
mundo y nosotros se abre una impalpable, transparente muralla: la de nuestra
conciencia. Es cierto que apenas nacemos nos sentimos solos; pero niños y
adultos pueden trascender su soledad y olvidarse de sí mismos a través de juego
o trabajo. En cambio, el adolescente, vacilante entre la infancia y la
juventud, queda suspenso un instante ante la infinita riqueza del mundo. El
adolescente se asombra de ser. Y al pasmo sucede la reflexión: inclinado sobre
el río de su conciencia se pregunta si ese rostro que aflora lentamente del
fondo, deformado por el agua, es el suyo. La singularidad de ser -pura sensación
en el niño- se transforma en problema y pregunta, en conciencia interrogante”
(p.143).
En este sentido, la
complejidad se articula desde cuatro ejes temáticos: ciencia, técnica,
industria y economía. Se le conoce como cuatrimotor, donde la tierra es
propulsada por el vínculo de estas áreas y del conocimiento que en ellas se va
generando a través del tiempo. Desde acá se da la conexión que designa las
fuerzas propulsoras de todo cuanto se da en el planeta, influyendo esto en otro
término propio de la transdisciplinariedad, la cultura. Ésta es un conjunto de
saberes, saber-hacer, reglas, estrategias, hábitos, costumbres, normas,
prohibiciones, creencias, ritos, valores, mitos, ideas, adquiridos, que se
perpetúa de generación en generación, se reproduce en cada individuo y
mantiene, por generación y re-generación, la complejidad individual y la
complejidad social. En acepción de antropólogo francés Claude Lévi-Strauss
(1908-2009), define la cultura como todo “…fragmento de humanidad o conjunto
etnográfico que desde el punto de vista de la investigación presenta por
relaciones a otros conjuntos de variaciones significativas. De hecho, el
término cultura se emplea para reagrupar un conjunto de variaciones
significativas cuyos límites según prueba la experiencia coinciden
aproximadamente. El que esta coincidencia no sea nunca absoluta ni se produzca
jamás en todos los niveles al mismo tiempo no debe impedirnos el empleo de la
noción de cultura que es fundamental en antropología y posee el mismo valor
heurístico que el concepto de aislado en demografía que introduce la noción de
discontinuidad” (2006, p.33).
En ese plano cultural,
se da lo disciplinar; las disciplinas son estructuras de conocimiento
científico, organizados, de manera sistemática, para ser enseñados y estudiado en
fragmentos específicos de la realidad, constituyen el dominio material u objeto
de la disciplina y buscando continuar con conocimientos nuevos, los cuales desplazan
los ya existentes, cuando éstos ya no están vinculados con la realidad.
Aunado a esta visión de
disciplina, surge la delimitación conceptual de disciplinariedad, la cual,
según Tamayo (2012), es la división de la ciencia en ciencias o su
configuración en saberes científicos especializados, en materias determinadas o
cuerpos formales de estudio y explicación de fenómenos particulares de la
realidad, constituye la disciplinariedad.
En el marco del
pensamiento científico, la disciplinariedad científica se comporta como fenómeno
desde donde se origina y sustenta en el paradigma epistémico del positivismo
clásico de la ciencia, aunque ello no le aparta del paradigma fenomenológico,
en cuanto a que coincide con el manejo modular del conocimiento según
especialidades. El positivismo, surgido desde el Renacimiento, implicó la
pérdida de la unidad del saber, la unidad de la ciencia y, por ende, la de los
contenidos de la educación y dio lugar a la aparición de un conocimiento
fragmentado, una ciencia atomizada y una educación disciplinaria.
Otro término propio de
la transdisciplinariedad es “desorden”, el cual comprende las agitaciones, las
dispersiones, las turbulencias, las colisiones, las irregularidades, las
inestabilidades, los accidentes, los alea, los ruidos, los errores en todos los
dominios de la naturaleza y la sociedad. En acepción de Gaston Pineau, (2009), en
ese desorden se da la “ecoformación”, la cual revisa las relaciones del ser
humano con el medioambiente y analizar cómo esta relación ecológica nos forma;
la acción educativa ecologizada, esto es, enraizada en la dinámica relacional
entre el ser humano, la sociedad y la naturaleza de manera que resulte
sustentable en el espacio y el tiempo.
Una percepción que se
adhiere e identifica la transdisciplinariedad, es la ecología de la acción, la
cual no es más que las múltiples interacciones y retroacciones en el medio
donde se desarrolla, la acción, una vez desencadenada, escapa al control del
actor social, provocando efectos inesperados y en ocasiones incluso contrarios
a los que esperaba. En este aspecto, esgrime Pineau (ob.cit.), la ecología de
la acción parte de una acción que depende de las interacciones de los actores
sociales y de las condiciones propias del medio en el que se desarrolla; y otra
acción cuyos efectos son impredictibles, entrando en el marco de la emergencia,
la cual, a consideración del punto de vista transdisciplinar, corresponde a las
propiedades o cualidades surgidas de la organización de elementos o constituyentes
diversos asociados en un todo.
A todas estas, la
transdisciplinariedad puso en boga del lenguaje científico el término
globalización. Éste había sido utilizado para describir la mundialización,
desde las dimensiones económica y tecnológica, lo cual había sido un error,
porque si la idea de globalización va más allá, es dinámica multidimensional,
donde lo ecológico, cultural, económico, político y social, interactúa en mutua
dependencia, aunque como aclara Morin (ob.cit.), no deja de estar adherida a
una visión unidimensional y reductiva del devenir humano en el planeta.
En este sentido, en la
transdisciplinariedad se van dando momentos de incertidumbre, de no control
sobre los hechos y los fenómenos en estudio; parte, la incertidumbre de los principios
de estrategia que permiten afrontar los riesgos, lo inesperado, lo incierto, y
modificar su desarrollo en virtud de las informaciones adquiridas en el
trayecto de la existencia humana. Morin(ob.cit.), recalca que “…necesario aprender
a navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certeza”
(p.56).
En la
transdisciplinariedad, destaca Pineau (ob.cit.), se dan acciones de cooperación
entre varias disciplinas o sectores heterogéneos de una misma ciencia que
llevan a interacciones reales. Esas interacciones, antes de tomar forma en el
afluente de disciplinas que en su visión multiple caracterizan lo
transdisciplinario, necesita de la interdisciplinariedad, ya que ésta yuxtapone
resultados y combina métodos que implican la identificación de nuevos objetos
de investigación. La interdisciplinariedad da lugar a nuevas áreas del
conocimiento, definiendo sus objetos de estudio y sus métodos, en nuevas
disciplinas, tal como lo recalca D´Ambrosio (2013), en cuanto a que la lógica
aristotélica, que es dual, tiene validez en situaciones simples, aunque en
situaciones complejas, se hace necesario que recurra a la lógica del
tercero-incluido, que permita distinguir los elementos sin separarlos y
religarlos sin confundirlos.
En cuanto a la
realidad, desde el enfoque de la transdisciplinaria, plantea una realidad plural,
cuya naturaleza de conocimiento corresponde a diferentes ámbitos de la
percepción; en la perspectiva transdisciplinaria el sujeto es un sujeto
múltiple, el objeto es un objeto múltiple. Y en esa perspectiva está el término
“noosfera”, el cual fuera introducido por el francés Teilhard de Chardin, cita
D´Ambrosio (ob.cit.), designa el mundo de las ideas, los espíritus, los dioses,
entidades producidas y alimentadas por las mentes humanas en el seno de su cultura.
Estas entidades, dioses o ideas, dotadas de autonomía dependiente, adquieren
vida propia y un poder dominador sobre los humanos.
En concreto, la
transdisciplinariedad confronta el desorden, pero se erige, organiza y
presente, en el marco del orden, que quiere decir reagrupar las regularidades,
estabilidades, constancias, repeticiones, invarianzas, entre otras; subrayando
que el orden no tiene que ver con lo universal ni lo absoluto, puesto que el
universo se comporta dentro de las condiciones del desorden y que la dialógica
del orden y el desorden produce estabilidad y organización en el medio que
rodea la cosmovisión del mundo.
Otro término propio de
la transdisciplinariedad es “planetarización” o “planetarización”, adjudicado a
Morin (ob.cit.), es un término que expresa la inserción simbiótica, pero al
mismo tiempo extraña, de la humanidad en el planeta; dado que la Tierra no es
solamente un terreno donde se despliega la generalización de las relaciones
humanas, sino una totalidad compleja-física-biológica-antropológica; comprender
la vida es interactuar lo humano con la naturaleza, concibiendo lo planetario
como la suma de elementos disjuntos (el planeta físico, la biosfera, la
humanidad), y la relación entre la Tierra y la humanidad, concebida como una entidad planetaria y biosférica.
A la par de la
interdisciplinariedad, la cual crea condiciones lineales para abordar la transdisciplinariedad,
está la pluridisciplinariedad, la cual, a juicio de Tamayo (ob.cit.), consiste
en el estudio del objeto de una sola y misma disciplina por medio de varias
disciplinas a la vez; “…el conocimiento dentro de su propia disciplina se
profundiza con la aportación pluridisciplinaria fecunda” (p.34). En concreto,
se da un conjunto de disciplinas que abordan diversos aspectos o ámbitos de la
realidad, sin que las disciplinas que contribuyen sean cambiadas o enriquecidas.
De modo que la relación pluridisciplinar no ofrece posibilidades de relación en
sentido estricto, solamente permite la convergencia entre las ciencias
afectadas.
En la
transdisciplinariedad se da el principio autonomía/dependencia, siendo la autonomía
la conjugación de múltiples dependencias; comprendiendo el proceso auto-eco-organizacional,
estando en conexión directa con el ecosistema social, el cual se alimenta y
transforma, desde los procesos biológicos que necesitan energía e información del
medio ambiente.
Otro elemento
importante en la comprensión transdisciplinar es la dialógica, la cual se ha de
entender tal cual la presenta Morin (ob.cit.), como la unidad compleja entre
dos lógicas, entidades o instancias complementarias, concurrentes y antagonistas
que se alimentan la una a la otra, se complementan, pero también se oponen y
combaten.
La dialógica se da en
el marco del principio hologramático, entendiendo por holograma, una imagen en
la que cada punto contiene la casi totalidad de la información sobre el objeto
representado, presenta el principio hologramático como parte del todo, estando inscrito
en cierta forma en la parte. En concordancia con otro principio, el de
reintroducción del sujeto en todo conocimiento, el cual permite reencontrar el
rol activo del sujeto, del observador, que había sido excluido por un objetivismo
epistemológico ciego. Tal cual lo describe Morin (ob.cit.), la “conciencia,
cada vez más fuerte, del sujeto humano de estar implicado en el conocimiento
que produce” (p.45).
A los principios
descritos se suman el de causa efecto, como noción que supera la concepción
lineal de la causalidad lineal; Morin (ob.cit.), describe el principio de
retroactividad que rompe el principio reductor de causalidad lineal con el concepto
de bucle retroactivo, dando a conocer los procesos auto-reguladores que coadyuvan
con los principios sistémicos donde el conocimiento es dinámico en los diferentes
procesos bajo los cuales se confronta la incertidumbre, formulando lo que
afirma el físico W. Heisenberg (citado por D´Ambrosio, ob.cit.), que no es
posible determinar exacta y simultáneamente la posición y el impulso de las partículas
elementales. La incertidumbre promueve la confrontación entre racionalidad-racionalización,
donde lo racional de la mente va desde la argumentación coherente, que asocian
la deducción y la inducción, la prudencia y la habilidad, la búsqueda de un
acuerdo entre sus sistemas de ideas o teorías y los hechos, datos empíricos y
resultados experimentales; proyectándose hacia la actividad crítica que se
ejerce sobre las creencias, opiniones e ideas.
Uno de los obstáculos
que confronta la transdisciplinariedad es el reduccionismo, el cual se muestra
como antítesis de lo complejo, se identifica con pensar, actuar o educar, teniendo
como punto de referencia y marco de orientación, los principios que privilegian
el fragmento del conocimiento ante la totalidad de la idea.
En cuanto a la visión
orgánica de la transdisciplinariedad, no hay que obviar tres términos que hacen
posible el acto de pensar lo complejo: cerebro, cultura (que ya se definió
anteriormente) y mente. La mente emerge, retroactúa sobre el funcionamiento
cerebral y sobre la cultura; desde estos elementos se da la trinidad humana, conformada
por los términos individuos-especie-sociedad
y cuya relación es complementaria y antagonista. La trinidad mental relaciona,
hace inseparable, complementa y antagoniza, lo afectivo y lo racional,
propiciando la simbología del cerebro triúnico, propuesto por de Paul MacLean,
caracterizado por: el paleocéfalo, herencia del cerebro reptileano, fuente de la
agresividad; el mesocéfalo, que designa la herencia del cerebro de los antiguos
mamíferos, fuente de la efectividad, la memoria a largo plazo; y el córtex con
el neocórtex, fuente de las aptitudes analíticas, lógicas y estratégicas.
En una palabra, el acercamiento
al pensamiento transdisciplinar es un desafío ante dos situaciones puntuales:
una, teorizar el camino de cómo se llega a la transdisciplinariedad desde la
disciplinariedad; y construir un marco metódico desde donde propiciar
investigaciones de carácter transdisciplinario, desde una metodología que
contemple el tecnicismo y la razón de ser, relativa a la transferencia de
información, conocimientos o técnicas desde las fronteras o campos
disciplinarios de conocimiento.
En concreto, se busca,
citando a Ciurana y Lobo (2015), visualizar la transdisciplinariedad como una “…construcción
intelectual, un nivel complejo de comprensión. La perspectiva transdisciplinaria
nos puede ayudar a organizar y hacer emerger nuevos campos abiertos de saber.
Nos puede permitir hacer una nueva hermenéutica sobre los viejos “objetos” y
nos llevará siempre a nuevas preguntas. La práctica de la transdisciplinariedad
es búsqueda de interrogación. La puesta en práctica de la
transdisciplinariedad, a nivel institucional, obliga a reorganizar la
institución educativa y lleva a que los espacios de poder departamentales se
debiliten y desorganicen para impulsarlos hacia la innovación de estrategias
organizacionales más pertinentes. La transdisciplinariedad es una práctica
democratizadora del conocimiento dentro de la institución que puede rehacer la
topografía de nuestra cultura, ayudarnos a construir con más pertinencia la
topografía cognitiva y cultural en la que vivimos. Se trata de una ayuda
necesaria cuando constatamos de forma permanente cómo el pensamiento único y fragmentador se paga muy caro en
la práctica…” (Pp.72-73).
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